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Estambul

abril 20, 2007

Esta pasada Semana Santa he huido de las tradicionales y fervientes procesiones, viajando a Estambul, donde pude profesar el culto, al menos desde el punto de vista histórico y arquitectónico,  a una civilización que muchos considerarían enemiga del cristianismo. En un país como España, con tan amplia tradición católica, donde las procesiones de Semana Santa se viven, en algunas regiones más que en otras, como el acontecimiento del año, seguro que más de uno encontrará mi escapada como una especie de herejía. De todas formas la celebración de la Semana Santa ha pasado a ser más bien un acto social en ocasiones con toque folclórico,  del que dan buena cuenta los variados programas de corazón que muestran como muchos “famosillos” aprovechan la ocasión para dejarse ver, aun a cuenta de tener incluso que participar como costaleros. Por el contrario, me encontré en Estambul a una población que mayoritariamente practica el rezo diario de una forma devota y sentida que nada tiene que ver con la cada vez más desvanecida fe religiosa que se procesa en nuestro país y en general en la mayoría de los países católicos de nuestro entorno. En las mezquitas se respiraba una sensación de paz y cordialidad que poco tenía que ver con la imagen que yo tenía, distorsionada por los actos integristas del mundo del Islam que tan acostumbrados estamos a ver en los noticiarios. He de reconocer, que en mis primeras visitas a mezquitas, entraba con una mezcla de reticencia, con miedo a que alguien se sintiera ofendido por la intromisión. Pero Turquía es de los pocos países islámicos donde los turistas pueden visitar las mezquitas sin ningún tipo de problema. Al contrario, yo diría que muchos turistas no se dan cuenta de que están visitando un lugar de culto religioso, y carecen del más mínimo respeto, con ese afán que nos invade por recorrer, tocar y retratar todo lo que nos rodea. Por otra parte, Estambul es una ciudad muy extensa que alberga muchas realidades, desde la tradición más conservadora hasta la modernidad más vanguardista. En pocos minutos puedes pasar de barrios donde la mayoría de las mujeres ocultan la mayor parte de su cuerpo incluida la cara siguiendo el código de vestimenta islámica conocida como hiyab, a barrios donde la juventud poco tiene que diferenciarse de la que podemos ver en cualquier capital europea.Me pareció curioso ver como en grupos de amigas adolescentes se alternaban vestimentas completamente occidentales, vaqueros, camisetas, deportivas etc…, con ropas tradicionales que en occidente consideraríamos símbolos integristas.  Me asaltó la duda de si estas chicas vestían así libremente o por el contrario estaban obligadas por sus familias. Hay quien piensa que una mujer que cubre su cabeza con un pañuelo está oprimida y es víctima de discriminación y opresión, pero yo me pregunto si debemos considerar al pañuelo un símbolo más integrista que un crucifijo colgado al cuello?  Mis ojos ven con el mismo estupor una procesión de semana santa que un rezo masivo en una mezquita, un costalero soportando el pesado peso de una representación religiosa o propinándose latigazos, que un musulmán lavando sus pies a la entrada de una mezquita, una mantilla negra y un rosario que un pañuelo cubriendo la cabeza, en fin, que como turista sacaría fotos de todos estos símbolos que me resultan lejanos y ajenos.  En cualquier caso el respeto mutuo es la clave para conseguir una buena convivencia…

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